Mi y do, do y mi.

¿A veces no os da miedo
encontraros con vuestro futuro 
a la vuelta de la esquina
en vez de saludar 
de nuevo
al pasado? 
A mí sí,
quizás por eso
he aprendido a aferrarme a lo que tengo
y no dejarlo escapar
nunca,
y como nunca he sido buena en la música
pero a veces sé expresarme escribiendo
he preparado un pequeño poema
deprisa y queriendo
para cantarle a los sentimientos
opuestos
ocultos y fieros
que se entremezclan, chocan, y pelean de forma violenta
pero que juntos
suenan que te cagas.

Mi era un remanso de paz,
una estación de paso entre guerras,
era arte y era niebla,
eran suspiros que se volvían vaho
contra el cristal de la cabina
mientras contemplaba el paisaje
y se perdía en sus maneras,
era yang pero era blanca,
era arena dorada y fina
colmada de la espuma de un océano bravo,
era un libro en blanco
y un poema con rima,
era una canción de los Beatles
y un relato de Borges,
era un amanecer despejado
y la noche en el campo,
era un vaso de agua
siempre medio lleno
en el que ahogarse,
era Niké sin Atenea
y batalla sin pelea.

Do era un huracán
sin ojo de la tormenta,
era el estallido de fuegos artificiales
sin haber fiesta,
era gemidos de noche y de día,
era ese altavoz demasiado alto
y una guerrera impía,
eran manos que no temían el dolor
y un cuerpo que se estremecía por todo,
era yin pero era negra,
era más tsunami que ola
y espina antes que amapola,
era el gutural de Gossow,
un grafitti en la gran muralla china,
un Érase una vez teñido de gore
y un atarceder entre licores,
era la botella de vodka
y era el vaso de plástico,
era Ares sin Afrodita
y pelea sin batalla.

Do y mi eran muchas cosas
pero sobre todo no eran muchas otras,
mi no era do
y do no era mi,
mi comprendía demasiado
y do lo entendía todo al revés,
do era tóxica
y mi era purificante,
mi creaba mal
y do destruía bien.

Do y mi eran muy distintas
pero su acorde sonaba de miedo,
casi tanto
como sus gemidos
cada vez que son recordados
en esa canción tan bonita de la radio
porque ya hace muchos muchos años que
do y mi se hicieron contra el miedo
y desaparecieron al atardecer
para no volver a ser
nunca más
notas
y vivir como la música que realmente eran,
como el arte que siempre habían sido
pero que no descubrieron hasta juntarse.

Y eso
que no eran la una para la otra.

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