Cuestiones en la parada.

Me pregunto si crecer va asociado a la rutina,
si madurar es también perder un poco las ganas de aprender,
si ser serio es obligatorio para ser adulto
y sobre todo si no es opcional enterrar la infancia.

Me pregunto si a lo que llamáis temple es a mi idea de sufrimiento,
si adaptarse implica cerrar la boca y cambiar de corriente,
si las vacaciones tienen que acortarse con el paso de los años
y si disfrutarlas es sólo para los modernillos de las redes sociales.

Me pregunto si tener una familia obliga a abandonar los viejos poemas,
si ser padre no es compatible con los epítetos suicidas,
si comprar a lo grande en el supermercado es no coger más chucherías,
si las ruedas del coche están para pisar las tonterías,
si atropellar a un perro cambia su carácter desgraciado por uno económico,
si las fechas son de pagar o cobrar cosas que no son amores,
si ir al cine es sólo para el día del espectador,
si la laca de uñas deja de ser verde y el tinte se vuelve canoso,
si los subrayadores y los miles de post-its se vuelven bolígrafo negro,
si los selfies son para sonreír y no para poner los ojos en blanco,
si el tiempo es para trabajar o estudiar y sus intereses, si eso, se disfrutan,
si los lugares se vuelven meras estaciones de paso entre obligaciones,
si las calles son para recorrerlas rápido y la lluvia para usar paragüas.

Me pregunto todo esto y espero que no,
porque aún estoy en ese bello momento de correr tras el autobús,
y nunca corrí demasiado 
más que filosofando,
así que toca esperar al siguiente
y pensar un rato.

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