La libertad, como las palabras, se las lleva el viento.

Libertad ante tus ojos, sobre el viento, cayendo con la lluvia, bailando alrededor del sol. Todo transcurre ante tus ojos lentamente. Si los cierras, escuchas su llamada, salvaje, feroz. Tentadora. Salivas y te pasas la lengua por los colmillos, relames el gusto de algo que jamás has probado y cuyas mieles, aún así, puedes probar. Te acercas un par de pasos e inspiras.

La jaula no es real. Podrías deshacer los barrotes con sólo un exhalo, pero prefieres tragar el aire, secarte la garganta y volver a humedecerte los ojos. Todo porque te has acostumbrado a la mano que te alimenta y te acaricia prometiéndote que, algún día, te dejará salir al exterior.

Tal vez algún día escapes.

O tal vez mueras antes.

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