La fragilidad entre líneas.

Frágil,
como los versos de un enamorado,
como las canciones del pub en el que le conociste,
como sus palabras en tu cuello,
como sus manos en tu cintura,
como sus promesas y un barco de papel
que se arrojó por el Niágara
y salió hecho libro.

Frágil,
como la sonrisa del olvido,
como los besos de tornillo con intención de clavo,
como el cáctus que murió por un gato,
como el olor de su chaqueta en tus muñecas,
como la lluvia que siempre os calaba,
como el huracán que nació en tu pecho
y terminó arrasando sus besos.

Frágil,
como quien dice he perdonado pero escupe su nombre,
como quien brinda por el día del adiós bajo chupitos de hasta luego,
como quienes bailaban con farolas más cálidas que sus ojos,
como quien grita a susurros el apellido del hijo que podría haber tenido,
como quien busca entre las sombras de la multitud
a alguien que jamás le iluminó.

Frágil,
como quien escribió estos versos,
como quien dedicó todo un libro a sus ganas de volver a verte.

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