sobre las anclas intangibles.



Nunca pretendí escribir los versos más tristes
pero existe una intangibilidad en la dimensión de la lágrima
superior a cada rima que conozca.
Todos sabemos de la caricia de despedida
y cómo quema en la mejilla muchos años después.
Me hago a la poesía rota en un intento de remendar olas,
siempre guardo un alfiler en la muñeca izquierda
disfrazo de truco, firmeza, risa lo que en su día
fue un vacío inconfundible.
Miré a la muerte de cerca y me rendí,
de nada sirve llegar a puerto si el ancla sigue aferrada
al lecho en el que te vi por última vez.
Al recitar siempre sale espuma de mis venas,
vislumbro el rostro de una musa ahogada
y no se puede tocar.


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